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Movilización del Primero de Mayo de 2018. | Foto: Cesario Padilla |
2015: Los días y noches de terror y espanto
Ese día se instaló el miedo en el portón
principal de Ciudad Universitaria. El 19 de julio de 2015, un grupo de
estudiantes, quienes mantenían la toma de la Universidad nacional Autónoma de Honduras
(UNAH), salían resguardados por un equipo de defensores y defensoras, padres de
familia. Era domingo, cerca de las ocho de la mañana. Eso demostró que la
catedra del terror, se implementa sin importar horario.
Un par de días previos, un gran amigo me llevó
fuera de Tegucigalpa. Cuatro personas participaron, dos de ellas, abogados.
“Julieta mandó al Abogado General de la UNAH a presentar un requerimiento por
usurpación contra vos y cuatro personas más”, me dijo uno de ellos. “prepará
toda la documentación, tu historial académico”, agregó.
El requerimiento, al final, fue presentado
contra tres personas en Tegucigalpa. Inició el proceso judicial en nuestra
contra; a la par de ello, Julieta Castellanos desplegaba su odio en las aulas y
en la ciudadanía, generando campañas de odio en medios de comunicación.
No fue el presentarme a los Juzgados, como
imputado, lo que me generó afectación en mi vida. Ese no fue el golpe certero,
la punzada que ellos desearon con rabia y placer, era el impacto en nuestros
familiares. Castellanos lideró toda acción encaminada en ver como delincuentes
a sus opositores dentro de la UNAH, una línea que utilizó contra la Asociación
de Docentes (ADUNAH) y el Sindicato de trabajadores (SITRAUNAH).
A distancia, por su labor como docente de media
en el municipio de Orica, recibo una llamada de mi Madre: “No se te olvide que
sos mi única razón para vivir. Si te pasa algo ya no podré seguir en este
mundo”. Ella ya ha vivido con el dolor, la ausencia infinita de sus seres
queridos. Estos seres perversos sabían perfectamente lo que hacían y no
vacilaron un momento en hacernos daño. No les tembló la mano, mucho menos el
pensamiento.
Mi padre afrontó, en la cercanía, los
plantones, las burlas, los insultos. Calmó a mi madre, diciéndole que él asumía
la defensa. ¡como da vueltas la vida! Él, por defender la UNAH de la ignominia
y la cacería contra líderes sindicales y estudiantiles. Fue detenido
ilegalmente, torturado y desaparecido temporal desde el 15 de agosto de 1983 en
el marco de la imposición de la Doctrina de Seguridad Nacional (DSN). Fue
encontrado en una de las salidas de Tegucigalpa 15 días después. En ese
momento, estudiaba Periodismo y era activista del SITRAUNAH, donde escribía
para la revista FRENTE.
La sede del Juzgado de Letras, en Comayagüela,
son la antesala de una cárcel. Pasillos que se vuelven diminutos, asfixiantes;
uno se vuelve huérfano de libertad. La primera audiencia duró casi dos horas,
solo para decirnos tres cosas puntuales: “No pueden salir del país, presentarse
a firmar cada semana (los viernes)”. Con ello, éramos acusados por Usurpación
en perjuicio de la UNAH. El colmo de lo absurdo.
2016: El desborde colérico por vernos tras las
rejas
Pasa el tiempo y la mochila se carga de
papeles, citaciones para audiencias, constancias de mis primeros trabajos y un
par de procesos académicos frustrados por tener país por cárcel. Llegó 2016 y
al redactar mis primeras notas periodísticas, un 07 de junio de ese año, por la
tarde, una amiga me enseña su celular: “tenés orden captura, ándate ya”.
Estábamos en los pasillos de Radio Globo, previo
al programa que ella dirigía, conversábamos y nos reíamos. Al conocer la
noticia que le transmitían en una imagen que circulaba varias publicaciones,
buscó el primer contacto y llegó. Era para llevarme a una reunión para conocer
el caso junto al equipo de abogados que nos apoyaría.
Solo recuerdo que me senté en un pequeño
espacio del salón donde se desarrolló la reunión; estaba y no estaba en ese
lugar. Al final, se distribuyeron grupos para avisar a nuestros familiares. Una
pareja de grandes camaradas fue a la casa de mi papá, en Valle de Ángeles, una
reconocida directora de un espacio de sociedad civil, llamó a mi Mamá.
Cerca de las seis de la tarde, pasamos por el
Nacional de Ingenieros, en el anillo periférico, miré ese lugar en tono de no
regresar por esas calles. Llegué al hogar que me dio cobijo y en el cuarto
donde pasaría la noche, encontré en una pequeña mesa, un libro de mis autores
favoritos Pobrecito Poeta que era yo de Roque Dalton. Pasé cerca de
cuatro días, hasta trasladarme a un punto alejado de mis seres queridos, lo llamé
(y seguiré llamándole) “La Embajada”.
Ver: "Cuando pase el temblor", nos veremos
El día que revocaron la orden de captura,
volvieron las risas, los abrazos entre quienes cuidaron la seguridad de “La
Embajada”. Al día siguiente, regresé a tomar café en uno de mis lugares fijos
en Tegucigalpa, después de casi seis horas de camino. Nuevamente acusado de
Usurpación, como parte de esa fijación que tenía Julieta Castellanos y sus
payasos, volví a los Juzgados.
Nuevamente medidas, hasta que, luego de la
presión del estudiantado organizado le doblaron el brazo a las soberbias,
firmando un acuerdo el 20 de julio de 2016 que le ponían fin a los procesos
penales emitidos durante ese año. Durante ese tiempo, hubo concentraciones
estudiantiles granees, coloridas, llenas de arte y lucha, en San pedro Sula,
donde se continuaba la práctica represiva y también en Choluteca, Santa Rosa de
Copán y Comayagua. El estudiantado enfrentó el miedo y lo rebasó, convirtiéndolo
en buenos y dignos tiempos.
Caminar no ha sido fácil, vivimos estigmas,
descalificativos, persecución, seguimiento por parte de la guardia privada y el
ex 3-16 que la dirige. Nos hicieron vivir de cerca con el terror, pero no
contaron que el corazón puede convertirse en un puño hecho de “todas las voces”
que enfrentaron a ese remedo de seres sin alma y sin conciencia.
Ni con todo el dinero, pudieron contra tanta
ternura junta para arrebatarnos de sus fauces. Porque en eso se convirtieron,
en crótalos del terror con el miedo en sus trajes y sus prebendas.
En esos días, valía más tener el rostro
cubierto para mostrar el corazón.
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