“Pero el mundo es mejor si lo hacemos
a tiempo, como si hoy es mañana
y mañana ya es tarde, sin negarle a la
vida
un café, el amor y un poema”.
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De aquí a mañana (Fragmento) / Rigoberto Paredes.
Una vez transitando una década perseguido, amenazado, vigilado, escupido mi
rostro con tanto odio y el daño hacia mi familia, puedo decir con absoluta
serenidad que NO LES GUARDO RENCOR a quienes fueron responsables de estos
hechos. No olvido a sus hechos y sus hechores, pero no albergo en mi corazón un
sentimiento adverso. Esta decisión me permite, hasta el sol de hoy, escribir
para vivir con honestidad.
Al recibir la notificación que la Sala Constitucional de la Corte Suprema
de Justicia (CSJ), admitía el recurso de amparo que presentamos, a inicios de
2015, por la resolución que nos expulsaban por dos periodos académicos de la
UNAH (acción que se desarrolló en Tegucigalpa y San Pedro Sula), comprendí que
no tenía otro camino que no rendirme. Al ser reintegrado, terminé mi plan de
estudios y comencé a sentirme respaldado por gente que creía en mi forma de
trabajo. Me dieron oportunidad laboral sin cuestionarme ni reprocharme nada.
En el camino de la vida, me tropecé, golpeé contra el frio suelo mi cuerpo
y mis emociones. Hubo una tormenta interminable, y caí en el charco de la
soberbia. Una mano se extendió mientras yo estaba enlodado y adormecido; me
ayudó a incorporarme y me enseñó que mi camino de recuperación es permanente,
agradeciendo cada día por haberme levantado de ese lugar donde no tengo ganas
de regresar.
Por eso, hoy, estas palabras no son
para recordar a quienes han sido mis verdugos, a quienes me atacaron con saña,
apuntalaron directo hacia mi dolor y de mis cercanos. Mejor agradezco a quienes
me dieron la oportunidad de laborar, a mis colegas que me recibieron y
apoyaron, a las organizaciones donde realicé mi trabajo, la Asociación por la
Democracia y los Derechos Humanos (ASOPODEHU) y el Comité por la Libre
Expresión (C-Libre); aquí tuve la oportunidad de abrazar el trabajo de
compañeros y compañeras que ejercen el maravilloso mundo de producir
contenidos, especialmente desde las radios comunitarias.
Me dediqué a ser testigo de eventos y situaciones en las oficinas y en las
calles. Escribí y publiqué, hice de cualquier acera pública y cafetería mi sala
de redacción. Tuve oportunidad de aprender y replicar los conocimientos.
Recoger testimonios y dejarlos en la web y medios impresos. No era un sueño,
era la realidad, a prueba de fuego y represión. En la UNAH, todavía hubo un
lastre de criminalización y saña contra el estudiantado; logré acompañar desde
mi experiencia y todavía con el país por cárcel.
Ellos tampoco tenían descanso para imponerme el silencio. En agosto de
2020, ratificaban la sentencia a través de un boletín del Poder Judicial, en
plena pandemia de COVID-19; tres años de prisión. Recuerdo recibir una llamada
del periodista Germán Reyes, quien junto a Miguel Martínez han liderado el
Minuto Cultural Sabatino y que me permitieron (a mi y a mi colega Sandra Rodríguez)
formar parte del equipo. En palabras más, palabras menos me dijo “¿qué puedo
hacer por vos?” y dejó una canción al final del programa de ese sábado “Canción
para Carito”, de Leon Gieco. La dejó a manera de denuncia y solidaridad. Eso lo
atesoro.
Conocí la cárcel ya en el ejercicio de la profesión, por negarme a la
brutalidad policial; recuerdo el apoyo numeroso y uno de ellos, frente a las instalaciones
del CORE 7, al Maestro y Amigo Miguel Martínez. Eso me dio el coraje “para
sobrevivir dolorosamente en este refugio de ingenuos y alacranes” como dice un
poema de mi Padre.
Para 2024, en julio, de camino hacia el departamento de Colón, me cae un
mensaje confirmando mi libertad definitiva. No tuve acceso a información durante
el trayecto (cosa que me permitió observar el paisaje) y en un tramo de
Corocito, la noticia era un estallido en redes sociales. La aplicación del decreto
004-2022 tuvo efecto a nuestro favor.
Pero más que ese instrumento hecho ley, fue la fuerza construida desde el
acompañamiento en los días oscuros, el refugio de las amistades, el despertar
de la conciencia de la nueva generación de estudiantes organizados. Toda esa
solidaridad, esa terquedad y acompañamiento hizo posible que el juez de
sentencia estampara su firma. Gracias amigos, hermanos, hermanas, colegas,
familia. La vida fue menos pesada por ustedes.
A mi regreso a Tegucigalpa, todavía incrédulo, llegué a ese apéndice del
sector justicia. El trato fue diferente, recibí ese documento que dice “Carta
de Libertad Definitiva”. Al salir, el lugar estaba vacío, a no ser por los vehículos
estacionados enfrente y la realidad soplaba en el viento seco de ese mediodía.
Levanté el documento hacia la inmensidad, en ese lugar donde hubo fiesta.
En la casa, pequeña y suficiente para vivir con dignidad, nos abrazamos con
la mirada más hermosa que he conocido. Me vio, bajo el atrevimiento de la
afirmación, de la misma forma que me tuvo en brazos la primera vez. Ella también
descansa. Al Viejo, mi Eterna Alma Gemela, le dediqué un café, estos mis
escritos y una lágrima para la siembra de su maravilloso legado.
¿Qué sigue ahora?
Tocará seguir
ganando la batalla contra la página en blanco.
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